Instrucciones para viajar en bus
Nada como tomar el bus en la estación, después de pagar tu boleto, subir, y tener todos los puestos a tu disposición. El bus luce limpio, impecable, perfecto; las sillas se aprecian cómodas, en buen estado; las ventanas amplias y con magnífica vista. El conductor, apropiado de su puesto, da señales de competencia, de idoneidad; lo que respalda con un uniforme pulcro, intachable. Las maletas en el maletero (aquellas bodegas exteriores, laterales, acertadamente ubicadas bajo las sillas); el equipaje de mano, dentro de los compartimientos para objetos de mano, dispuestos justo encima de las ventanas. Y antes de que se suban más pasajeros y se dé la largada de nuestro viaje, una pregunta traviesa, pero no menos importante:
Y a todas éstas, ¿qué es un bus?
Un 'bus', para efectos prácticos, es la denominación coloquial –o si se quiere, informal– de la palabra 'autobús'. Término que se emplea para denominar a aquel medio de transporte que permite trasladar a varios pasajeros de manera simultánea y que realiza un recorrido fijo. En algunos países, el bus o 'autobús' es conocido como: ómnibus, micro, colectivo o guagua.
Existe, además, una amplia variedad de buses, de acuerdo al recorrido que realizan, su capacidad o las condiciones de su chasis y su motor. Hay buses que circulan dentro del ámbito urbano y realizan recorridos poco extensos, mientras que otros completan viajes de larga distancia, uniendo distintas ciudades y hasta distintos países.
Ahora bien, sea el bus que sea, éste –fuera de unir puntos equidistantes y acortar distancias–, siempre tendrá la particularidad de otorgarnos: un poder, una promesa, una ilusión, una sensación. “El poder de la traslación”, pronta y efectiva. “La promesa de un cambio”, pasar de una lugar a otro, en cuestión de horas, de minutos. "La ilusión de llevarnos a nuestro destino", sobrepasando las barreras que conlleve el trayecto; sean éstas: temporales, espaciales, sociales y hasta climáticas. "La sensación introspectiva del viaje", la que comienza desde los preparativos mismos (tal vez, la noche anterior) y continúa con el cambio que el viaje representa en nuestros parámetros convencionales o nuestros actos rutinarios, sumado a esto si el viaje es de día o es de noche (dos circunstancias completamente diferentes). Esto convierte a un bus –o ‘autobús’– en una especie de 'máquina del tiempo', con potestades únicas para: facilitar encuentros, cumplir sueños, promover ilusiones y hasta –si se quiere– permitir eventos mágicos.
Después de viajar en un bus, no se vuelve a ser el mismo. Contigo quedarán diversas sensaciones y beneficios que antes no estaban: la semblanza de múltiples paisajes, de diversidad de gente, de infinidad de conversaciones, de hábitos, de sabores, de olores, de circunstancias y situaciones de todo tipo que no serían de tu dominio si te hubieses quedado sentado en el sillón de tu casa.
Si reflexionas acerca de esta circunstancia, es muy probable que la próxima vez que te subas a un bus, la percepción de lo que implica este hecho te conduzca a una vivencia mucho más rica y extraordinaria.
El bus, ese 'monstruo come kilómetros'.
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