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Instrucciones para montar en bicicleta

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  Es sencillo. Para montar en bicicleta tan sólo necesitas –fuera de la bicicleta– afianzar tu equilibrio. Ese es el factor determinante.   Y aquí debería preguntarte: ¿Qué tan equilibrado o equilibrada eres tú?   Y tú dirás: "Sí, yo soy muy equilibrado, o muy equilibrada, guardo total coherencia entre lo que pienso, lo que digo y lo que hago; así mismo, me cuido de ser congruente tanto en mis sentimientos como en mi parte racional; tengo, además, un proyecto de vida consecuente y realista; guardo plena armonía con mi ser y me considero una persona estable y madura".   Sí, sí, sí: ¡muy bien! Perfecto. Pero: ¡para! Porque ahí estaríamos hablando de un 'Equilibrio Emocional'; que, aunque muy importante, no te servirá de mucho si lo que pretendes es aprender a tener el dominio y el control, no propiamente de ti mismo, sino el de un aparato llamado 'bicicleta'.   La pregunta debió haber sido: ¿Cómo andas de equilibrio?   Y ahí sí habría q

Instrucciones para escapar de la lluvia

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  Llueve. De un momento a otro el sol se ha ocultado, el cielo se ha atiborrado de nubes, la luz del día se ha tornado en tinieblas, y éstas –por acción de una compleja transmutación–, bajo un desmedido efecto de condensación, se han descuajado en multitud de gotas que se han lanzado, en caída libre, contra el mundo; sin que medie un gesto mínimo de piedad.   Gotas que, en su densa infinitud, terminan aplastadas contra todo lo que se les cruza o se les interpone en el camino: las copas de los árboles, los techos de las casas, las fachadas de los edificios, los prados de los parques, la carrocería de los autos y de los buses, los pisos de las aceras y la cabeza de la gente; gente que, entre agobiada y frustrada, ahora huye para no terminar salpicada por los restos de este desconcertante suicidio.   A pocos pasos de donde nos encontramos ahora, asombrados contemplamos cómo las calles se han convertido en ríos, y pronto los andenes se han llenado de todo tipo de domos, articulad

Instrucciones para Jan Decker

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  En el cruce de la Avenida Dalton con Tercera Este, sobre el andén, parado junto al semáforo, en medio del concurrido tráfico y la helada noche, a la que la lluvia ha azotado sin contemplación, Jan Decker espera impaciente, mientras da a su cigarrillo los últimos chupetazos.   A contados metros, cruzando la calle, sobre la cebra peatonal, un hombre de sombrero (fedora gris, de ala corta), cubierto por una extensa gabardina negra, le hace señas. Desconfiado, Jan Decker se acerca, con la esperanza de encontrarse con alguna pista que le ayude a identificar al sujeto.   Entonces, el hombre, que justo ahora mira a lado y lado, abre su gabardina y deja ver a Decker, en el interior de ésta, un sobre compacto, tamaño oficio, liado a su interior. Decker se acomoda el sombrero, asiéndolo por la punta, toma el sobre con resolución y deposita en la mano del extraño lo que parece la ficha de juego de un bingo, la '36', la que el sujeto recibe, observa rápidamente, asiente con la